PRESENTACION DEL CARTEL DE LA MADRUGÁ 2006


¿Os habéis imaginado cómo reaccionaríais si un día estás trabajando y te llaman para decirte si quieres presentar el cartel del Nazareno? Te lo sueltan así como así, “oye, que en la reunión de hoy han preguntado si quieres ser el presentador…”
... y te quedas con la cara blanca y sin saber qué decir.




Y aquí estoy meses después, temblando y asustado como hace años lo estaba en la Prioral una Madrugá, mi primera Madrugá…

Extraña sensación la que vives en aquellos momentos: por un lado, estás deseando salir acompañando al Nazareno y la Virgen; por otro, miedo por ver si eres capaz de aguantar todo el recorrido, ilusión por ser de verdad del Nazareno, temor por las muchas horas que tienes que estar en la calle…

Jamás olvidaré los paseos de mis hermanos buscándome para ver cómo iba. No se me olvidará cómo, muerto de sueño, me dejaba caer en la pared de la calle Palma para descansar. Ni tampoco olvidaré el sol que me pegaba en los ojos por San Sebastián, cuando estaba deseando soltar el cirio y quitarme el capirote de una vez.



Y aquí estoy hoy, sin capirote que me oculte el rostro, sin una calle Palma que me devuelva el resuello antes de continuar, y en los oídos las campanás que anuncian que saldrá el Nazareno.

Se abren las puertas de esta presentación. ¡Vamos allá!



Once de la mañana: El sol asoma sus rayos por la calle Pagador para acompañar a nuestro palio en sus últimas chicotás.
Paso corto, muy poquito a poco avanzan los costaleros lentamente hacia la Prioral. Son las ultimas chicotás…

¡Que no se acaben, por Dios, que hasta el año que viene no tendremos más!

Suena el martillo y lo acompaña la voz del capataz: “¡Tos por igual, valiente!”
El palio cobra vida, en un esfuerzo sobrehumano ya, porque las fuerzas van faltando. Los costaleros, como si de un solo hombre se tratara, levantan sus cuerpos para llevarla.
Un suspiro se oye al caer el paso, el aliento nos falta, pero incomprensiblemente no queremos que este ratito pase.
Al encarar la rampa de la Prioral una lágrima resbala por la mejilla anónima de un costalero. “Esto se acaba hermano, y no quiero ni pensarlo, esto se acaba y el cuerpo ya no me responde.”
Pero ahora es el corazón el que empuja en el palo, no es mi cuerpo el que lleva la trabajadera. Ahora ya no duele el cuello -que también-, ahora es el corazón el que llora.



Atrás quedan meses de ensayo,
atrás quedan noches de escasas horas de sueño por estar recorriendo las calles de El Puerto con paso corto,
atrás quedan las mañanas de sábado preparando y limpiando enseres,
atrás…

Atrás quedan los nervios de esa noche mágica antes de unirte a la trabajadera por vez primera,
atrás el cariño de madres y esposas planchando fajas, costales y camisetas,
atrás esa ropa tendida sobre la cama, preparada para el momento de vestirse,
atrás…

Atrás ese ultimo beso antes de entrar en la iglesia,
atrás ese padrenuestro, ese avemaría ante los titulares antes de ir a ocupar el puesto en la trabajadera,
atrás esos últimos retoques nerviosos al costal.

Atrás… y… adelante…

Adelante con el trabajo que nos espera durante el resto del año,
adelante con la recogida, mitad melancólica mitad festiva, de todos y cada uno de los enseres en la mañana del sábado santo.

Adelante, ya están listas las cruces para guardarlas en el local hasta el próximo año;
adelante, que llegan los cirios medio gastados después de toda una noche ardiendo, llorando rojas gotas de cera por la pasión del Nazareno;
adelante, aun te quedan unas cuantas chicotás, con la mesa desnuda ya, sin flores ni titulares, pero con todo el cariño que llevas en el corazón.


“Hasta el año que viene -le dices-, el año que viene volveré a estar aquí, un año más, junto a mis hermanos nazarenos.”

Hasta el año que viene,
por medio quedan meses de duro trabajo en la Hermandad.
Hasta el año que viene,
sí, pero eso no significa un año sin volver a ver a los titulares, a los hermanos, al local.

Por medio queda la feria,
por medio preparar cartas,
por medio la fiesta de los niños y la zambombá.

Por medio quedan todos los sábados del año,
cuando ya no huele a incienso,
cuando ya no queda cera en las calles,
cuando ya los tambores y las cornetas sólo resuenan en los ecos pasados de la Semana Santa.

Por medio queda toda una vida de Hermandad, de convivencia, de buenos y no tan buenos ratos, de risas, de enfados, de trabajo y de ocio, de oración y formación, de reuniones y de desesperación al ver que no nos salen las cuentas. Toda una vida de Hermandad…




No os podéis hacer una idea de lo que echo de menos todo esto en mi destierro voluntario en la capital de España.

¿Cómo poder explicar realmente qué es la Semana Santa cuando me preguntan?
¿Cómo explicar que no sólo se trata de sacar unos pasos a la calle un día señalado?
¿Cómo explicar que no es sólo oro y plata, tisúes y terciopelos?

¿Cómo explicar el eco del llamador en la soledad de la noche?
¿Cómo explicar el crujido de una trabajadera?
¿Cómo explicar que es un sentimiento?
¿Cómo explicar el tintineo de las cuentas del rosario en el silencio de la Madrugá?

¿Cómo explicar qué se siente cuando te revistes de nazareno?
¿Cómo explicar qué se siente cuando ves a tu Cristo o a tu Virgen en la calle?
¿Cómo explicar la mirada del Nazareno, que se clava en mí cuando en el descanso, entre relevo y relevo, me acerco para pedir su perdón?
¿Cómo explicar ese avemaría bajo la mesa de palio, en recuerdo de un hermano que nos dejó?

¿Cómo…?

¿Cómo hacerles entender que Semana Santa es todo el año?
¿Cómo explicar con torpes palabras que el corazón te da un vuelco cuando escuchas las -para nosotros- ya conocidas palabras“¡Ábranse las puertas del templo!”?
¿Cómo explicar la ilusión de ese niño que por primera vez va a salir de penitencia, que por primera vez -al igual que sus padres y sus hermanos- va a acompañar a nuestros titulares durante una larga y fría Madrugá?
¿Cómo explicar la ilusión del costalero, ese que este año saldrá por vez primera bajo las trabajaderas, llevando -como hicieron sus mayores años atrás- a sus titulares?

¿Cómo explicar el orgullo que te llena el pecho por ser de los pocos privilegiados que este año podrán portarlos?
¿Cómo explicar qué se siente cuando notas las miradas de los más pequeños al dirigirte hacia la capilla el día de la salida?
¿Cómo explicar… que hombres de pelo en pecho parecen niños pequeños llorando, desconsolados, cuando el paso da sus últimas chicotás dentro del templo?



Semana Santa, Semana de Pasión.

Semana Santa es sentimiento, es algo que llevas muy dentro, y que probablemente nunca podrás explicar.
Podremos dar mil definiciones, mil palabras o mil fotos,
podremos hablar durante horas de enseres, de imágenes, de marchas o de pasos,
podremos describir concienzudamente cada uno de los rincones donde ver las distintas hermandades...
pero ¿cómo decir que la Semana Santa es algo que nace dentro de ti, una parte más de tu cuerpo?

Es ese pedacito de alma y corazón que, cuando se va acercando la fecha, se revoluciona y emociona;
es esa parte de ti que florece y renace con fuerza cuando huele a incienso y azahar;
es ese escalofrío que recorre la espalda cuando oyes sonar la marcha real al amanecer;
es la sonrisa que se asoma a los labios cuando a pocas horas de la salida ves llenarse el patio de la iglesia de velillos rojos y capas negras;
es sonreír con la pavera cuando pasa desordená delante tuya;

Semana Santa es… ¡Hay que vivirla, hay que estar aquí para comprenderlo!
Hay que estar en la Plaza de España cuando resuenan las treinta y tres campanás en la Madrugá;
hay que sentir el silencio de la calle Jesús Cautivo al paso del Nazareno, roto tan solo por el racheo del esparto sobre el suelo;
hay que ver las negras capas de raso mecidas por el viento en Carrera Oficial.

Hay que oír los primeros compases de esa marcha que nos anuncia que el sol se levanta y que el Nazareno, un año más, está en la calle;
hay que vivir junto al cuerpo de cruces una verdadera estación de penitencia;
hay que sentir cómo se eriza la piel al escuchar la saeta que sale del alma de un muchacho en la Plazuela de las Bodegas.

Hay que vivir la algarabía de la calle Jesús Nazareno con sus siete esquinas,
y en Federico Rubio,
y en Cruces, con su recital de saetas,
y qué decir de la esquina de San Sebastián, ¿a quién no se le ha puesto allí el vello de punta?
Y paso a paso, chicotá a chicotá, vamos encarando ya el final de nuestro recorrido.


Menos paso compañero…
que aun andando no quiero avanzar,
que estos metros que nos quedan
yo los quisiera alargar.

Menos paso compañero…
que la Prioral a la vista está,
y repleta está la Plaza
de gente que espera ya.

Menos paso compañero…
que aun no quiero acabar.
Que se junten cielo y tierra
si esto ha de terminar.

Menos paso compañero…
son las últimas chicotás,
que tu esfuerzo hace que grite
¡Que viva la Madrugá!



Once de la mañana: El sol asoma sus rayos por la calle Pagador para acompañar a nuestro palio en sus últimas chicotás.
Paso corto, muy poquito a poco avanzan los costaleros lentamente hacia la Prioral. Son las ultimas chicotás…

Así nos presenta nuestro Hermano Juan Jesús González García de Quirós la Madrugá este año: El palio en la Plaza de España, de espaldas. Una cruz solitaria acompaña a María Santísima de los Dolores y a San Juan Evangelista en su peregrinar detrás de Jesús, el Nazareno.

San Juan, en un discreto segundo plano, acompaña a María;
San Juan, en un precioso contraluz, junto su Madre. Como pocas horas después le dirá Jesús en la cruz.
San Juan le acompaña y le consuela, le ayuda en este penoso caminar tras los pasos de su Hijo.
Un Hijo al que no entiende, pero apoya;
un Hijo al que no comprende, pero respeta;
…”hágase en mí según tu palabra.”

La noche ya pasó. La luz del día nos recuerda que el sol, que hoy se levanta, amanecerá el domingo con la Resurrección. Con la promesa cumplida…hasta el final de los tiempos.

La noche ya pasó. La luz del día hace horas que calienta los corazones de todos los portuenses, que no han querido perderse el desfile de nuestra Hermandad.

Y otro año más, con la Plaza de España a rebosar, se despide el Nazareno con un adiós, que más que adiós es hasta luego, hasta pronto, o eso espero.
"Os espero en mi capilla, en mi casa de Hermandad,
allí donde os reunáis más de dos, que allí, allí con vosotros… estoy yo. "





El Puerto de Santa María, 10 de marzo de 2006.

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