MADRUGÁ 2011
Serian las seis de la madrugada cuando el cielo empezó a llorar.
A esa hora se anunció oficialmente que el Nazareno este año no procesionaría en la madrugá portuense.
Serian las seis de la madrugada cuando el cielo empezó a llorar.
A esa hora se anunció oficialmente que el Nazareno este año no procesionaría en la madrugá portuense.
Aunque no solo fue el cielo quien lloró en esos momentos…
Muchos
fueron los que no pudieron contener las lágrimas al saber que en su
primer año como costaleros o como hermanos de luz, la cofradía y
hermandad por la que habían estado trabajando desde hacía tantos meses
no saldría a la calle.
Menor
en número, aunque no por ello menos importante, era el grupo de los que
colgaban el costal esta Semana Santa y con los ojos bañados en lagrimas
veían como aquella pequeña chicotá dentro de la iglesia era la ultima
en su vida de costaleros.
Mucho era lo que podía leerse en la mirada de los que estábamos dentro
de la iglesia aquella noche, pues nuestros ojos no escondían nada.
Todos
se veían enrojecidos, en algunos era muy fácil saber que habían
llorado, otros aguantaban aun sin romper a llorar, y en algunos casos no
era fácil adivinar si ya habían derramado alguna lagrima o si estaban a
punto de hacerlo de un momento a otro.
Aunque todos sabíamos que esta madrugá no saldríamos desde mucho antes de llegar a la iglesia, no era fácil asumirlo.
Aunque
cuando estas planchando la camiseta y la faja eres plenamente conciente
de que lo más lógico es no salir, nunca quieres oír el anuncio por
parte de la junta de gobierno.
Así que planché la ropa de la salida, preparé el costal y entré a
ducharme. Me afeité y vestí como cada año, un año más, un nuevo año.
Un
año en el que he visto crecer a mi hija, en el que le he visto dar sus
primeros pasos tambaleantes y aprender a correr gritando a pleno pulmón
cuando algo le entusiasma.
Un año en el que he visto recuperarse a mis padres de sus males y en el que he vuelto a verles sonreír.
Un
año en el que juntos, mi mujer y yo, hemos compartido la dicha de poder
ver cada dia a nuestra hija y contagiarnos de su alegría.
Está madrugá quizás, como el cielo, yo también lloré, pero no en todas mis lágrimas era la pena la que me invadía...
No hay comentarios:
Publicar un comentario