QUINTA ETAPA: O CEBREIRO – TRIACASTELA


Después de un merecidísimo descanso, los dos peregrinos se pusieron en marcha a la mañana siguiente tras tomar un leve desayuno.
Comenzaron a caminar contemplando como las nubes en vez de estar sobre sus cabezas estaban bajo sus pies, pues tal era la altitud del Cebreiro.
Ese día decidieron ir por la carretera, contrariamente a su costumbre. Faltaban muchos días y aun más kilómetros por recorrer y una tendinitis amenazaba con acompañar a uno de los dos peregrinos durante el resto del camino. Así pues hasta Liñares anduvieron a la vera de la carretera en una ligera bajada hasta el momento en el que empezaron a subir el alto de San Roque, donde un gigantesco peregrino les esperaba inmutablemente señalándoles el camino hacia Santiago.



Continuaron la ruta en continuo ascenso, bastante suave, eso si, hasta que de pronto la suavidad de la subida se torno en una infernal rampa de escasos quinientos metros, donde comprendieron que habían llegado al Alto do Poio.
Era el momento de pararse a descansar, a tomarse un café y reponer fuerzas.
Las caras de los peregrinos que aparecían por el camino empezaban a ser conocidas. No sabían como se llamaban, y tal vez nunca lo sabrían, pero aun sin haber cruzado más de un par de palabras con cada uno de ellos: “Buen Camino”, ya los consideraban como parte de “su” grupo.

Pocos kilómetros más adelante se encontraron con un par de caras conocidas, eran parte de un grupo de tres que se había roto por la lesión de uno de ellos, así que se juntaron las dos parejas de peregrinos y acompañados por un tramo bastante suave y agradable bajaron charlando durante un buen rato, hasta que la amenaza de la tendinitis apareció de nuevo, teniendo que bajar considerablemente el ritmo de la marcha, disolviéndose el grupito de cuatro que se había formado.
Era ya prácticamente el final de la etapa, con unas vistas magnificas pero con una pendiente que se había multiplicado y que dificultaba el descenso para unas piernas ya maltrechas.
Así que sin prisas recorrieron el último tramo de la etapa, encontrándose con un antiquísimo castaño a la entrada de As Pasantes y un lugareño que les invito a sacar una fotografía al castaño más antiguo del camino.


Tras sacar la fotografía y cruzar unas palabras con aquel señor, continuaron la marcha hacia una Triacastela que les acogió en torno a la una del mediodía.

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