UNDECIMA ETAPA: ARCA DO PINO – SANTIAGO

Sería alrededor de las seis de la mañana cuando se levantaron para ponerse en marcha ese día.
Llegaban por fin a Santiago y pretendían hacerlo antes de la misa del peregrino al mediodía.
Así que tras un rápido desayuno frío cargaron sus mochilas y salieron de la pensión, buscando el bosque de eucaliptos en el que comenzaba la última etapa de este, su primer camino como pareja.


Andaban rápido esa mañana, la prisa por llegar a Santiago les había por fin contagiado, y en sus piernas ese día no existía ni el cansancio ni el dolor.
En una extraña y breve etapa atravesaron bosques muy cerrados, bordearon el aeropuerto, atravesaron un pequeño y bonito pueblo, pasaron junto a los estudios de Televisión Española, ¡y ni siquiera habían llegado aún al Monte do Gozo!
Pronto llegaron y vieron el macro complejo construido para el descanso de los peregrinos y el monumento conmemorativo de la visita del Papa Juan Pablo II a Santiago.


Reanudaron el camino, descendiendo ya hacia la ciudad del Apóstol, las calles de barrios relativamente modernos los recibían a ellos y a numerosos peregrinos que con sus mochilas a cuestas recorrían los últimos pasos hacia la Catedral.
Al llegar al casco antiguo de la ciudad un mágico ambiente les rodeó y les acompañó hasta llegar a la plaza del Obradoiro, en la que hicieron su entrada oyendo los sones de una gaita que un joven tocaba en la calle.
Se pararon a contemplar la catedral, exhaustos, rebosantes de alegría, y con una extraña sensación en el pecho.


El Apóstol les esperaba y con los brazos abiertos les recibía en su casa, atravesaron una pequeña puerta lateral del pórtico de la gloria para entrar a la catedral y desde el fondo de la nave contemplaron el altar mayor, presidido por la talla de Santiago.
Buscaron asiento para la misa del peregrino para la que faltaba algo menos de treinta minutos, y mientras esperaban con la mirada iban localizando a diversos compañeros de camino.
Una sonrisa les aparecía en los labios cada vez que descubrían a alguien conocido, algunos ya duchados y con ropas limpias otros con las mochilas a los pies y aun con el polvo del camino sobre sus ropas.
Pronto empezó la ceremonia concelebrada por varios sacerdotes y tras acabar, el botafumeiro alzó el vuelo impregnando la catedral del característico olor del incienso.

Tras la obligada visita a la catedral los dos peregrinos recorrieron de nuevo las calles de la ciudad en busca de “la Compostela”, y tras conseguirlas marcharon en busca de un merecidísimo descanso tras once días de dura peregrinación.

El Camino había llegado a su fin, por fin, tras más de trescientos kilómetros recorridos, madrugones, muchos esfuerzos y por supuesto una inmensa ilusión habían conseguido llegar a su destino,… ¿pero… realmente acababa allí su camino? …aquello no había hecho más que empezar…

Se miraron a los ojos y en sus pensamientos se formó una frase: Gracias Padre, por soñarnos un día así…

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